Y te fuiste de nuevo cuando llegó la ultima visita mia. Les dí una buena paliza por Roma pero yo no paraba de pensar en ti. Odio las despedidas, y cada vez que iba a despedirte al aeropuerto lo pasaba fatal. Cuando me giraba y volvía a coger el tren de vuelta a Roma iba siempre con ganas de llorar. ¿Por qué no podías haberte quedado al menos 9 meses como hacía todo el mundo? Yo cada día te echaba más de menos y cada día te quería más y más.

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